EP03 Leonardo Da Vinci 04 El bestiario de Leonardo
Leonardo Da Vinci sacó tiempo para describir unos fabulosos animales imaginarios que poblarán vuestros sueños y vuestras pesadillas. Es el Leonardo más medieval… y más inquietante.
Los cuadernos de Leonardo son una caja de sorpresas. Y una de estas sorpresas es su Bestiario.
Para los de la ESO: un bestiario es una colección de descripciones de los usos y costumbres de animales de todo tipo, reales o imaginarios.
Un ejemplo, por ejemplo: en su Bestiario, Leonardo dota de personalidad a algunos animales: la paloma es ingrata; el águila, generosa; la tórtola, casta; el topo, mentiroso; el camello, rijoso; el cordero, humilde; el elefante, prudente.
También se basa en la tradición para anotar en su cuaderno que la cigarra muere en el aceite y resucita en el vinagre; el basilisco, con su aliento, seca las hierbas; cuando el lobo da un paso en falso, se muerde la pata para castigarse por su error; la golondrina, mediante una piedra, devuelve la vista a sus crías que han nacido ciegas. El avestruz se alimenta de hierro, y empolla sus huevos con la mirada.
Borges, en El Libro de los seres imaginarios, nos recuerda que Leonardo escribió que la pantera africana utiliza su hermosura para atraer a sus presas, «que siempre le andarían alrededor, si no fuera por su terrible mirada. La pantera baja los ojos; los animales se le aproximan para gozar de su belleza y ella atrapa al que está más cerca y lo devora».
Respecto al pelícano, la traducción de Borges dice que «Quiere mucho a sus hijos, y hallándolos en el nido muertos por las serpientes, se desgarra el pecho y, bañándolos con su sangre, los vuelve a la vida».
Murakami, el eterno candidato japonés al Nobel de Literatura, nos recuerda que, según Leonardo, solo hay un modo de capturar a un unicornio: aprovecharse de su sensualidad. «Al ponerle una doncella delante, el deseo sexual domina al unicornio, olvida su fiereza y apoya la cabeza en el regazo de la muchacha: entonces se le puede capturar».
Leonardo agudiza en el Bestiario su sentido de la observación y nos regala su lado más medieval, más curioso y, por qué no, más ingenuo.